Uno de los aprendizajes de la adversidad es que hay que definir
prioridades, ante la calamidad.
El año pasado, no pudimos fundirnos en el abrazo rico y fecundo de
nuestra feria porque, precisamente, debimos elegir sanar las heridas
sociales y materiales, que nos asestó la naturaleza, una vez más.
La posibilidad del reencuentro, con la ansiedad y entusiasmo que
provoca, nos anima a decir que todo saldrá bien. Así será, porque
sabemos que nos van a regalar su presencia, y abrazos, en la séptima
propuesta de nuestro mayor encuentro cultural: la Feria del Libro.
Aquí estamos, esperándolos; desde este rincón serrano, bendecido por
las manos de su gente -y la bondad infinita de su naturaleza- vamos a
intentar, un año más, que se sientan felices, compartiendo con
nosotros el asombroso reencuentro del ser humano con lo más bello de
su creación.